Apenas me acuesto, la veo.
Una inmensa y estoica torre.
Irradia electricidad
Que sólo afecta a un imán,
El que habita entre mis pulmones.
Detrás se unen cables
Que vienen de las esquinas
De una habitación pálida.
Truenos y rayos atacan a la noche.
Alimentan el amperímetro narcisista.
La carga se huele en la oscuridad.
La torre sigue sin moverse.
Me es un misterio lo que hay por delante.
Cuando imito a la luna
Y me muevo sobre el eje,
Veo su mirada calcinada,
Impasible y vaga.
La nariz que no se inmuta,
Recta y perfecta,
Cortando el viento con precisión.
Quisiera estar a su altura,
Escalarla como a un monte,
E ir descubriéndola con cada paso.
Ver esos ojos de cerca,
Deslizarme por su frente,
Y pensar que en cualquier momento,
Puedo caer y tener que empezar de nuevo.
Llegar al punto más alto,
Donde se desarrolla el misterio.
Ser iluminado por un momento.
Redimirme en el final,
Y morir fulminado por un rayo.
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