Deja una parte de su ser
Para tocar a la tierra y confundirse en ella.
Esa amante prohibida
Que, según la anómala vista,
Se funde en la llanura o en las fronteras
Mitad cielo y mitad pradera.
Un encuentro eterno,
Que nos regala el sustento,
Y nos mantiene distantes.
El cielo llora, y así llueve.
Riega los campos,
Y le da a las calles ese aire melancólico,
Triste y de culto,
Añoranza de tiempos pasados.
Su forma de llorar, nos hace acordar
Que aún vivimos, que creemos y debemos sentir.
Si falta su llanto y el grito de los arboles,
Que tienen espasmos al ver su espectáculo,
De no haber crepúsculos, noches cerradas,
Cielos pálidos de invierno,
Cielos diáfanos emulando el océano;
Sería una tragedia vivir.
El cielo, que es parte nuestra,
Parte del mar, donde bailan las sirenas;
Es parte de la tierra y siente su latido,
Miedos y grandezas.
¡Ay del mortal que pueda, con fehaciente respuesta,
Saber el motivo de sus penas!
1 comentario:
MUY BUENO LO QUE ESCRIBES, NO DEJES DE CONTINUAR TU BLOG!!
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