miércoles

Requiem Aeternam



  Hoy soñé que podía escribir todos mis sueños.
Que no había poesía, ni cuento más extraño que no pudiese pintar,
ni había escultura más grande que no pudiera cantar.
Soñé que podía mentir usando todos los verbos
mientras pintaba un caballo rampante de metal


  Había elementos claros;
un puente de rosas esperando marchitar,
una cara ajena, desfigurada, filosa como un dado,
piel de cera y ojos gritando
como un cuadro de Basquiat.

  Hoy escribí que podía soñar todo lo que escribo.
Que no hay poesía, ni cuento más extraño que no pueda observar
sobre un monte de piedra, libros y musgo,
Desde donde podría, también, juzgar
La locura de tiempos pasados;

el pasado.

  Campos diáfanos
donde también podría soñar otros sueños,
que luego podría escribir sobre papeles intermitentes,
amarillos,
adornados con poemas de tintas rojas, violetas o celestes
Que luego podría soñar,
Pero nadie podría leer.

  Eso fue lo más importante.
Literatura para mis adentros.
Para mis amores realizados,
para mis campos diáfanos con caballos metálicos,
puentes de rosas y una cara imponente.
versos sin explicación,
letras derramadas
de mis sueños al papel:
El papel de los sueños.

  Soñé que podía escribir mis sueños,
Escribí
que
hoy.
  

lunes

El Cielo



  El cielo conmovido por el dolor
Deja una parte de su ser
Para tocar a la tierra y confundirse en ella.
Esa amante prohibida
Que, según la anómala vista,
Se funde en la llanura o en las fronteras
Mitad cielo y mitad pradera.
Un encuentro eterno,
Que nos regala el sustento,
Y  nos mantiene distantes.

 El cielo llora, y así llueve.
Riega los campos,
Y le da a las calles ese aire melancólico,
Triste y de culto,
Añoranza de tiempos pasados.

 Su forma de llorar, nos hace acordar
Que aún vivimos, que creemos y debemos sentir.

 Si falta su llanto y el grito de los arboles,
Que tienen espasmos al ver su espectáculo,
De no haber crepúsculos, noches cerradas,
Cielos pálidos de invierno,
Cielos diáfanos emulando el océano;
Sería una tragedia vivir.

 El cielo, que es parte nuestra,
Parte del mar, donde bailan las sirenas;
Es parte de la tierra y siente su latido,
Miedos y grandezas.

 ¡Ay del mortal que pueda, con fehaciente respuesta,
Saber el motivo de sus penas!

viernes

Una torre




  Apenas me acuesto, la veo.
Una inmensa y estoica torre.
Irradia  electricidad
Que sólo afecta a un imán,
El que habita entre mis pulmones.

  Detrás se unen cables
Que vienen de las esquinas
De una habitación pálida.

  Truenos y rayos atacan a la noche.
Alimentan el amperímetro narcisista.
La carga se huele en la oscuridad.
La torre sigue sin moverse.
Me es un misterio lo que hay por delante.

 Cuando imito a la luna
Y me muevo sobre el eje,
Veo su mirada calcinada,
Impasible y vaga.
La nariz que no se inmuta,
Recta y perfecta,
Cortando el viento con precisión.

  Quisiera estar a su altura,
Escalarla como a un monte,
E ir descubriéndola con cada paso.
Ver esos ojos de cerca,
Deslizarme por su frente,
Y pensar que en cualquier momento,
Puedo caer y tener que empezar de nuevo.

  Llegar al punto más alto,
Donde se desarrolla el misterio.
Ser iluminado por un momento.
Redimirme en el final,
Y morir fulminado por un rayo.